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En el país de los azulejos

Painel de Azulejos
Lugar Palácio Olhão
Foto: António Sacchetti
Foto: António Sacchetti

Dondequiera que esté en Portugal, resulta difícil no encontrárselos. Los azulejos recorren estilos y lenguajes de todos los tiempos, y llenan de color cualquier paseo o visita.

Al-zuleique es la palabra árabe de la que se deriva azulejo y designaba la "pequeña piedra lisa y pulida" que utilizaban los musulmanes en la Edad Media. La forma en la que estos aplicaban los azulejos para decorar suelos y paredes gustó a los reyes portugueses y así, a partir del siglo XV, se hicieron con un lugar destacado en la arquitectura. Se puede decir que Portugal los adoptó de forma única, como ningún otro país europeo.

En el siglo XVIII el azulejo "invadió" iglesias y conventos, palacios y casas, jardines, fuentes y escalinatas. Con motivos geométricos, contando historias de la vida de santos o temas profanos como las fábulas de La Fontaine, a veces con texto como si de un antepasado del cómic se tratara, se convirtieron en uno de los principales elementos decorativos portugueses.

Viajar por el país es visitar un auténtico museo vivo de la azulejería, pero el Museo Nacional del Azulejo, en Lisboa, es la mejor forma de conocer toda su historia y su evolución técnica y artística, desde sus comienzos hasta la producción contemporánea.

Aproveche la oportunidad de visitar el Museo y Convento Madre de Deus a través de exposiciones y visitas virtuales aquí y aquí.

En pleno siglo XXI, las corrientes más vanguardistas siguen utilizando el azulejo de forma notoria, marcando el arte público.

Enumerar todos los lugares en los que se pueden admirar resultaría complicado, pero merece la pena mencionar algunos en los que se aplicaron de forma sistemática u original. Todas las estaciones del Metro de Lisboa se encuentran revestidas de azulejo, con obras de artistas portugueses como Vieira da Silva o Júlio Pomar. Esta idea traspasó fronteras y consiguió que estas obras de arte también llegaran a estaciones de metro en Bruselas (Jardin Botanique), París (Champs Élysées/Clémenceau), Budapest (Deák Tér), Moscú (Belourusskaya) y Sídney (Martin Place).

Por todo el país paneles de azulejo nos sorprenden en las antiguas estaciones de tren, en su mayoría alusivos a costumbres, tradiciones y paisajes de las regiones en las que se encuentran situadas. Una de las más destacadas es la de de São Bento, en Oporto.

En Aveiro, se utilizó históricamente en los edificios modernistas que se encuentran en el centro de la ciudad. Uno de los ceramistas del siglo XIX más conocidos en Portugal, Rafael Bordalo Pinheiro, decidió darles volumen y construyó motivos que representaban insectos y plantas. Fueron una innovación en su época y, todavía hoy, resultan sorprendentes. Podemos verlos, por ejemplo, en Lisboa, en el Museo Rafael Bordalo Pinheiro, dedicado a este tema.

En Sintra, en un paisaje Patrimonio de la Humanidad, podemos ver en el Palacio da Vila una aplicación genuina del arte de la azulejería a lo largo de los siglos, en consonancia con los gustos de los antiguos reyes que aquí vivieron.

La Iglesia de San Lorenzo, en Almancil, es un ejemplo de referencia del revestimiento azulejar total (paredes y techo) que forma parte del estilo barroco portugués y es, asimismo, un punto de visita obligatoria del patrimonio histórico del Algarve.

Pero estos objetos no tienen que permanecer solo en la memoria y en las fotografías. En una versión más clásica o más moderna, sueltos o en paneles, son, sin duda, un buen recuerdo para llevarse a casa de Portugal o para regalar a un amigo.


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