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Albufeira y las playas

Albufeira
Foto: ATA - Pedro Reis
Foto: ATA - Pedro Reis

Albufeira, uno de los destinos de playa más concurridos del Algarve por su animación e irreverencia, debe su fama a sus bellísimas playas y a los muchos bares y discotecas.

Conocer mejor esta ciudad de casas blancas merece la pena. Fundada por los árabes, conserva sus calles estrechas y sinuosas, que puede descubrir en un paseo diurno o nocturno, ya que la animación no para. Los caminos nos llevan a la playa del Túnel o de Peneco, en el extenso arenal encuadrado por la ciudad, que forma un anfiteatro asomado al mar. A lo largo del arenal, el paseo marítimo ofrece vistas desde nuevas perspectivas y limita al oeste con la gruta de Xorino, refugio de los moros en el siglo XIII tras la reconquista cristiana de la ciudad. 

Los barcos de pescadores, pintados de vistosos colores, descansan en la arena de su faena diaria. Y en los barrios antiguos de la gente del mar, un bar o un restaurante acecha en cada esquina. Aquí podemos saborear el fresquísimo marisco o pescado, simplemente a la parrilla o en cataplana, la especialidad de la región. Muy apreciado es también el pollito asado con o sin salsa piripiri, famoso en Guia, a unos siete kilómetros. 

O los dulces, de almendra, higo y algarroba... y también el aguardiente de madroño o el licor de almendra amarga. Estas delicias tienen su origen en las aldeas del interior. Si nos alejamos un poco del horizonte azul del mar, podremos apreciar el verde que salpica los campos con naranjos, almendros o higueras. Y también podremos descubrir testimonios del pasado, como el Castillo de Paderne, con gruesas murallas de tapia características de las construcciones árabes. 

Volviendo hacia la costa todavía nos queda por visitar la Ermita de Nuestra Señora de Orada, cuya fiesta se celebra el 14 de agosto y cuenta con una grandiosa procesión de barcos. Muy cerca se encuentra el moderno puerto deportivo de Albufeira, que recibe con excelentes infraestructuras a todos los que llegan por mar.

Pero Albufeira debe su fama mundial a las playas. Todas son diferentes y cada una tiene su encanto propio. La gran variedad comienza en el oeste en la playa de Salgados con sus dunas de arena blanca. Después se suceden arenales enmarcados por rocas esculpidas por la erosión, como el de Galé, Castelo, São Rafael o Arrifes.

También hay playas urbanas, como Pescadores, Túnel, Alemães e Inatel, a las que se puede llegar dando un corto paseo a pie. Y la oferta sigue en dirección este, donde rivalizan en belleza y animación las playas de Oura, Santa Eulália, Maria Luísa y Olhos de Água, que cuenta con manantiales de agua dulce en pleno arenal. El límite del municipio está marcado por el largo arenal de la playa de Falésia, kilómetros de playa delimitados por el acantilado que le dio nombre y que se expresan en matices dorados, cobrizos y rojizos. Una imagen que gana más intensidad con la luz de las últimas horas de la tarde y que permanecerá en nuestra memoria.


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